miércoles, 10 de marzo de 2010

La primera vez

Era domingo, y como todos los domingos, fuimos a almorzar fideos a la casa de mi abuela Isabel. Me acuerdo que lo hacíamos acompañados de Feliz Domingo con Silvio Soldán y Jorge Rossi.
Estaba leyendo la Croniquita y me dice mi abuela:
- Andá a lo de Doña María y traeme un aceite.

Doña María era una vieja conchuda, que siempre me agarraba los cachetes y me hacia “cachetón”.
Cazo la botella vacía de Cocinero y me mando a lo de la vieja. Entro y no había nadie, me siento en una banqueta que siempre había ahí y llamo:
- Doñaaa... - no sale nadie.
- Doñaa Maríaaa - llamo nuevamente y agrego unas palmaditas.
Nadie salía, solo un olor a tuco, que me advertía que la vieja estaba revolviendo la olla del estofado.
Fue en ese momento en el que olvidé lo que siempre me decía mi papá y me acorde que cuando le pagaba algo a la doña, escuchaba un ruido a monedas en una lata. También recordé que a fines de ese año, 1986, nos íbamos de campamento a Tandil con los chicos de la parroquia, y seguramente yo no iba a poder ir ya que en casa no había dinero.

Bajé de un salto de la banqueta y me mandé atrás del mostrador en busca de la latita. Mi pequeña altura me ayudo a pasar sin que se note, y ahí estaba, todavía la recuerdo: roja y amarilla con una inscripción que decía NEREIDAS.
Grande fue mi sorpresa al ver que tres latas mas, formaban parte de la familia. Me bajé las medias y empecé a meter monedas, habían de ñandúes, horneritos y pumas, todas me las guardé, también unos billetes de unos señores de bigotes pero eso adentro de mi calzoncillo.
Con un cagazo bárbaro, me paro arriba de una lata de galletitas pescadito y agarro de un estante la botella de aceite que quería mi abuela, me bajé y salí caminando, nadie me vio.

Al llegar a lo de mi abuela le doy el aceite, llamo a mi mamá y le digo:
- , mira lo que encontré.
- Y eso de dónde lo sacaste? - preguntó antes de meterme el primer viaje.
- Estaba tirado en la vereda - le digo temblando.
- Mentira, hijo de puta! - y me empezó a cagar a palos.
- Pará mamá - le digo - fui a lo Doña María y estaba la plata tirada en el piso.
- Ah si, ahora vas a ver con tu padre.
Esa eran las palabras mágicas que nunca quería escuchar. Mi papa creía que la mejor manera de enseñar era a las ñapis. Me dio una paliza que todavía me acuerdo.

Finalmente, fui al campamento.


Seguro que después de leer el titulo, se pensaron que se trataba de la primera vez que garché. Pero no. De todas formas así no se desilusiona nadie, les cuento que la primera vez que hice fuerza contra una chica y viceversa, fue a los dieciocho años.

5 comentarios:

  1. Y qué pasó con María? Se enteró que fuiste vos el que le sacó la plata?

    Gracias por compartir esto con nosotros. Es muy importante, ya sabés mi por qué. Sos GROSSO. Sa-BE-LO!!!

    SweetKisses!

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  2. Grosso relato me gusto mucho!!
    muy bien narrado

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  3. Guau, se volvio adictivo esto

    buenisimo!

    saludos!

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  4. Faa que historietas ehh!!
    Felicitaciones por el blog. Seguiremos pasando a ver con qué nos sorprendés.

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Como dice el refran, la opinion siempre abunda en la boca de los tontos.